María de la Paz Figueroa Martínez fue una de aquellas mujeres que representó la lucha en los Pedregales de la Ciudad de México. María de la Paz, también conocida como doña Paz, o Pazita, nació en 1930 en Villa Jiménez, Michoacán tierra en donde creció y vivió durante su infancia, adolescencia y parte de su adultez. Fue hasta finales de la década de los cincuenta que se vio en la necesidad de viajar a la capital, debido a que su madre padecía un cáncer de útero severo que requería ser tratado por especialistas. Paz y su madre, María del Pilar., pasaron viajando meses enteros con la esperanza de que los médicos la salvaran de su enfermedad.
Cada vez que viajaban a la Ciudad, se hospedaban en el hotel San Luis, ubicado en la colonia Santa Julia, fue ahí, donde Paz conoció a Simitrio, un hombre hidalguense que trabajaba como camarero en el hotel y que había llegado a la Capital pocos años atrás en busca de un mejor futuro. Al poco tiempo, se hicieron amigos puesto que María de la Paz y su madre no tenían conocidos en la Ciudad y de alguna forma, Simitrio aprovechaba para platicar con ellas en el tiempo que pasaban instaladas en el hotel, él les contaba todo lo que había vivido en su pueblo y cómo es que había llegado a la Ciudad, a veces les daba consejos para moverse mejor entre las calles y de las mañas que algunos patrones solían tener para no pagarle a la gente de provincia que venía a la Ciudad en busca de trabajo. Después de largos meses de trasladarse de Michoacán a la Capital y viceversa, y de la lucha incansable de María del Pilar contra el cáncer., finalmente su enfermedad la fulminó.
Tras la muerte de su madre, María Paz, inconsolable, una noche en el hotel, se encontró en los pasillos con Simitrio y tuvieron una charla larga y profunda, de esas que son decisivas para la vida. María Paz le expresó a Simitrio que se sentía sola, devastada y confundida, no sabía qué hacer con su vida, pues la única razón que la unía a Villa Jiménez era su madre porque sus abuelos ya habían muerto varios años atrás y sus hermanos estaban haciendo sus vidas, no sabía sí regresaría a su pueblo porque además de que ya no había nada que la atara a regresar, sabía que allá sería más difícil encontrar trabajo.
A pesar de que llevaban poco tiempo de conocerse, entre María Paz y Simitrio nació una gran confianza, los dos se sentían identificados porque sus historias de vida eran semejantes, ya que ambos habían perdido a sus padres y estaban solos en una Ciudad que les prometía un mejor futuro. En el fondo, Simitrio sentía un gran cariño por Paz y sabía que sí no se lo decía en ese mismo instante, ya no habría otra oportunidad para hacerlo porque ella pensaba marcharse de ese hotel al día siguiente. Aquella noche, él le propuso que se fueran a vivir juntos y comenzaran una nueva vida en la Ciudad, ella estaba muy confundida y pensaba que era muy pronto para tomar esa decisión, pero por otra parte Simitrio representaba un gran apoyo para ella.